sábado, 16 de febrero de 2013

LIPASAM: LECCIONES DE UNA HUELGA


Han coincidido casi en el tiempo la finalización del conflicto de la basura y el milagro de la luz que nos anuncia la cercanía de la esperada primavera. Con esto corremos los sevillanos el riesgo de pasar a volcarnos  en ocupaciones más gratificantes y olvidarnos de todo lo ocurrido. Me parece  sin embargo  que no deberíamos pasar página de  la experiencia sin antes sacar algunas conclusiones de cara al futuro.
La primera es que ha quedado claro quién defiende los intereses generales de la ciudad (Zoido) y quién no está (Espadas y Torrijos) sino para poner palitos en las ruedas del carro que mal que bien va sacándonos de la situación de ruina en que la anterior corporación dejó las arcas municipales. Sin duda lo mejor que le podía pasar al gobierno municipal popular en esta difícil operación  es la calamitosa oposición de la que disfruta, la única que pueden plantearle estos dos desacreditados pancartistas.
La segunda es que al parecer las huelgas, sin trampas, no funcionan. Cuando no son los “piquetes informativos” de las últimas huelgas generales, son los sabotajes de esta, que han impedido en buena medida la prestación de los servicios mínimos. No puede reclamarse la huelga como un derecho fundamental, y actuar al margen de la ley en su ejercicio para conseguir un mayor efecto, porque con ello se pierde cualquier legitimidad en la protesta.  En democracia deberíamos acostumbrarnos a que las cosas no se pueden defender por la fuerza, y la ciudadanía en general debería rechazar, como ha ocurrido en este caso, este tipo de reivindicaciones.
Otro aspecto relacionado con el anterior que ha saltado a la vista en este conflicto es que determinados colectivos están controlados por auténticas mafias. A ver quién es el guapo, o la guapa, que en este tipo de  contextos se opone a lo que decidan “los compañeros”. ¿Cómo se explica si no el radical cambio de decisión de la plantilla producido cuando se votó en secreto?¿Tienen realmente estos trabajadores libertad para ejercer sus derechos en un sentido o en otro?¿Puede el poder político ceder a presiones de este tipo? Indudablemente no, pero ya vemos aquí de qué parte se han puesto los partidos de la oposición.
Podíamos seguir analizando una larga lista de aspectos (el papel de la Junta de Andalucía, la fijación de servicios mínimos y su posterior rectificación por el TSJA, la falta de paridad entre los perjuicios infringidos a la ciudad y los sufridos por los huelguistas….), pero en mi opinión el más relevante es que ha quedado meridianamente claro que el carácter público de la empresa de limpieza municipal sólo beneficia a sus privilegiados trabajadores que se lucran de un variado y extenso muestrario de bicocas recogidas en su convenio colectivo, fruto conjunto de la acumulación de presiones anteriores y la falta de sometimiento a competencia que les proporciona tan ventajoso status.
El carácter público de una empresa de esta naturaleza sólo puede defenderse por alguna de estas tres razones: porque se preste mejor servicio, porque sea más barato, o por cuestiones ideológicas. A la vista está que ni LIPASAM presta a los sevillanos un mejor servicio de lo que lo haría una empresa privada, ni resulta más barato, precisamente porque los políticos son, salvo excepciones, remisos a quemarse con reivindicaciones laborales, y prefieren ceder ante ellas tirando un dinero que al fin y al cabo “no es de nadie”. Si las dos anteriores fallan, sólo nos queda la razón (sinrazón) ideológica, la defensa cegata y a ultranza de “lo público” como paradigma de todos los bienes, cuando la realidad nos demuestra en tantas ocasiones que cuando no es foco de corrupción  lo es despilfarro, o ambas cosas a la vez.
Por eso me gustaría que alguna vez nos dieran la oportunidad a los sevillanos, que somos mayorcitos,  de pronunciarnos, libremente y sin presiones de alborotadores callejeros, si queremos seguir manteniendo un servicio malo y caro, o preferimos librarnos de él, y articular  nuevas fórmulas que no nos supongan una carga permanente a todos los ciudadanos para  beneficio exclusivo de unos pocos y satisfacción del capricho ideológico de otros cuantos. 

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