Tras una
serie de repeticiones de títulos, llegaba al fin uno nuevo, del
repertorio clásico, aún no visionado en el escenario del todavía
joven Teatro de la Maestranza. La fille du regiment está en el
puesto 102 de las más representadas en el mundo, y ocupa el quinto
lugar de entre las salidas del ingenio de Gaetano Donizetti. No es
precisamente una de las cumbres del género, pero cuenta con los
ingredientes necesarios para triunfar ante el gran público -es ópera
cómica, es decir, con pasajes hablados, en los que el humor es la
nota predominante- y hacer pasar un rato bien agradable.
A pesar de
su novedad en el coliseo maestrante, la producción escénica de
Laurent Pelly la conocíamos bien, pues ha sido ya vista en Nueva
York, Londres, Viena o Barcelona. La versión de Viena (2007), con
Flórez, Dessay y Álvarez (con una curiosa intervención de
Montserrat Caballé en el papel exclusivamente hablado de la Duquesa de
Krakenthorpe) está disponible en la red para quien la quiera ver. Es
normal que siga “viva”. Para mí resultó de lo mejor de la
noche. Desde la simulación de la neblina en el amanecer tirolés con
que se abre el telón, hasta los movimientos del coro de soldados, el
vestuario -las joyas no sé si serían buenas, pero brillar brillaban
una barbaridad- y la cuidada dirección de actores, incluidas la
expresiones en español que elevaron el tono jocoso de la
representación. Había momentos que no sabía si estaba viendo una
ópera estrenada en 1840 o una comedia o musical de la época dorada
de Hollywood.
El reparto
vocal también era atractivo, encabezado por la sudafricana Pretty
Yende, una auténtica “rising star” que hemos tenido la
oportunidad de disfrutar en Sevilla antes de que llegue a alturas
probablemente inalcanzables. Su participación fue efectivamente
estelar, destacando en las zonas altas del pentagrama con una
facilidad y agilidad que sólo está reservada a las más grandes. En
cuanto al norteamericano John Osborn, con permiso de Flórez y
Camarena, es de los tenores del panorama actual que más garantías
podía ofrecer para afrontar el papel de Tonio, al que Donizetti
“regaló” con esa auténtica etapa reina del Tour de Francia con
nueve puertos “hors categorie” (léanse "dos de pecho") que es la
pieza más conocida de la ópera (À mes amis). Lo hizo con
sobrada solvencia, recibiendo el cálido aplauso del público. El
resto del reparto, incluidos los actores, cumplió bien su cometido,
como el coro, según nos tiene ya acostumbrados.
La ROSS
firmó igualmente otra gran noche, de la mano de Santiago Serrate,
que dirigió con gracia y soltura, logrando perfecta conjunción con
las voces y extrayendo una hermosa sonoridad a la orquesta. En
definitiva, una velada verdaderamente satisfactoria, en la que el
público salió casi cantando, como sale “toreando” de la vecina
plaza de los toros en las tardes de gloria.
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