martes, 4 de octubre de 2016

#ROHNORMA

La semana pasada, concretamente el lunes, asistí a la retransmisión en directo para cines, vía satélite, de la representación en la Royal Opera House de Londres de la ópera Norma, el más conocido título de Vinzenzo Bellini, de cuya interpretación en Sevilla el pasado año ya dimos cumplida cuenta aquí. Era para mí una experiencia nueva, pues nunca había presenciado un espectáculo a través de este medio. La cita era en el entrañable Cine Cervantes. Muchos sabréis que es la única sala tradicional que queda en Sevilla, con su patio de butacas, sus palcos, su gran lámpara de techo y su enorme pantalla, de las que ya no quedan. Es uno de los pocos cines a los que me gusta acudir, por su sabor añejo de otra época. Perfectamente apropiado pues para la ocasión, pues no puede haber nada más parecido a estar presente en el propio teatro. Las sensaciones no obstante fueron diversas. La imagen era excelente, en alta definición, aunque hubo algunos problemas con los subtítulos. Sin embargo el sonido me pareció más vulgar, nada extraordinario. La verdad es que esperaba otra cosa en este aspecto. No había palomitas, como es natural, y sí canapés y champán en el entreacto.

Uno de los atractivos del espectáculo lo constituía la nueva producción ideada por Alex Ollé para el teatro de Coven Garden. He alabado en otras ocasiones, en contra de criterios más tradicionales, las creaciones de La Fura del Baus, como la del Anillo wagneriano que contemplamos en el Maestranza, obra de otro de los miembros del grupo como es Carlos Padrissa. Pero lo de Ollé me resultó infumable. Simplemente se le fue la olla. Le salió la vena del incombustible anticatolicismo patrio. El bueno de Alex ha dado rienda suelta a su atribulada imaginación, convirtiendo a los galos de la historia original en una especie de secta integrista católica, en cuya grotesca caracterización utiliza un amplio despliegue de elementos icónicos diversos que supongo deben poblar sus pesadillas. El Don Carlo es una ópera muy habitual para ver este tipo de escenificaciones disparatadas, por aquello de la leyenda negra y tal. Pero aquí, sin venir a cuento, nos encontramos con que el bosque sagrado de los druidas está conformado por una amalgama de crucifijos que se ciernen sobre la escena durante toda la obra, a modo de presencia opresiva. Sobre lo anterior, en el primer acto asistimos a toda una exhibición de imaginería extraída de expresiones tradicionales del catolicismo español, que se traen a escena a mogollón, fuera de contexto y sin ningún criterio ni sentido. Por supuesto no faltan los nazarenos. Algunos más o menos canónicos. Pero como esto al regista le debía parecer poco llamativo, pues a unos cuantos les pone también sobrepellices, para que resulten más vistosos. A ellos se unen las señoras de mantilla, uniformes de órdenes militares, un palio, los "empalaos" de la Vera, cantidad de presbíteras –incongruencia-....y el botafumeiro. No crean que yo me enfado con estas cosas. Más bien me entra la risa. Esa Norma cantando el Casta diva, y el botafumeiro para arriba, el botafumeiro para abajo, columpiándose a compás... pues yo no sabía si había que tomarlo en serio o era una parodia de Los Morancos.

Pero claro, el problema que esto tiene para mi es que cuando me chirría la escena también lo hace la música, porque me distrae de la atención debida. Yo no puedo juzgar adecuadamente a Sonya Yoncheva en su intervención estelar por lo ya dicho. Estaba más pendiente del botafumeiro. Ollé había decidido ser él el protagonista, en lugar de la sacerdotisa. Sí puedo decir que Yoncheva es una de esas cantantes de hoy tan agradables de ver como de escuchar. Buena voz y buena actriz, ha hecho que no se eche en falta a Anna Netrebko, quien renunció al papel hace unos meses. Su partenaire masculino, Joseph Calleja, posee una de las voces de tenor más personales del momento actual, con un bellísimo timbre que contrasta con su rudo aspecto físico. Cuajó un buen Pollione. En cuanto a Sonia Ganasi la vi, como en Sevilla en el mismo papel de Adalgisa, flojita. Los años no pasan en balde y no es ya la que fue. Mermada de facultades, lo suple con maestría, pero queda en desventaja con sus compañeros de reparto. La dirección musical de Antonio Pappano es siempre una garantía, aunque me pareció en exceso chillón y efectista en los finales de cada acto.

En definitiva, la representación toda, que musicalmente fue de gran nivel, queda afectada, para mal, por la dirección escénica ¿Y todo esto para qué, sr Ollé?¿Con qué intención?¡¡Pues nada menos que para representar el fanatismo religioso!! ¡¡Tócate las bemoles!! Para don Alex el fanatismo hoy no está en los burkas, los turbantes o las alfanges que cortan cabezas, sino en los crucifijos, los capirotes y las mantillas. Lamentable esta casposa izquierda española que sigue cegada con sus prejuicios ideológicos. Voltaire al menos no había conocido el ISIS y sus atrocidades. El sr Ollé ni siquiera tiene esa excusa. Qué oportunidad ha perdido de o bien hacer algo ajustado al libreto o, puestos a innovar, atreverse a retratar a quienes de verdad representan en nuestro mundo actual la intransigencia religiosa.



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