domingo, 25 de septiembre de 2016

ÓPERA EN ABIERTO


Después de tan larga temporada sin coger recado de escribir, casi estaba decidido a no volver a hacerlo. Es como si se me hubieran oxidado los engranajes, físicos y mentales, indispensables para la tarea y no hubiera forma ni ganas de volverlos a engrasar. Pero la ociosidad de este primer domingo del otoño me ha impulsado a redactar en unos breves renglones mis impresiones sobre la ópera que pudimos ver ayer desde el Teatro Real y dejar constancia de ellas.

El teatro madrileño ha inaugurado la temporada de su bicentenario anunciando a bombo y platillo este Otello verdiano que ha sido retransmitido a numerosas ciudades de toda la geografía nacional a través de teatros y pantallas gigantes en espacios públicos -en Sevilla, en la Plaza de España- y al mundo entero a través de internet, donde aparte del directo todavía podrá verse durante un tiempo a demanda aquí o aquí. Los aficionados esperábamos pues con gran interés esta representación que a la postre resultó algo decepcionante.

Especialmente la propuesta escénica fue muy pobre. Oscuridad, sombras..Parece que los registas se han olvidado de que esta tragedia que rebusca en las pasiones más negras del ser humano, se desarrolla paradójicamente en el luminoso paisaje mediterráneo, y se empeñan en llevarnos a ambientes más propios de “El holandés errante”. Una y otra vez vienen a corregir al gran bardo, quien a su juicio tenía que haber colocado la acción en Noruega, en lugar de en Chipre. Pero aparte de esto, que cuatro actos se resuelvan con el mismo escenario, en el que no ha lugar siquiera a que Desdémona muera en su cama, sino que tenga que hacerlo en el suelo junto a una candela, pues no parece que a Alden le haya tenido que doler mucho la cabeza.

Lo musical estuvo mejor, pero sin alcanzar cotas de excelencia. Ermonela Jaho, de la que en agosto disfruté su Violetta Valery en Orange, papel que ya había representado precisamente en Madrid la temporada anterior, hizo gala de su brillante agudo y sus delicadísimos filados, especialmente en sus arias del último acto, pero se quedó algo corta en los pasajes graves que el personaje de Desdémona también requiere. Gregory Kunde volvió a mostrar su maestría en el personaje del Moro de Venecia -ayer bastante blanco de tez- que ha hecho suyo como ningún otro tenor del momento. No hace ni un año que lo disfrutamos en Sevilla. No obstante me pareció apreciar algunos signos de fragilidad en su voz. En cuanto a George Petean hizo un Yago muy aseado. Demasiado. Un personaje que canta “credo in un dio crudele..” requiere para reflejar su maldad algo de suciedad. Por último, la dirección de Renato Palumbo fue bastante irregular. Había leído que el primer dia escuchó algunos pitos. Yo no vi motivo para tanto, aunque si que algunos pasajes quedaron un tanto desdibujados y hay detalles que se podían pulir.


A pesar por tanto de que el resultado pudiera quedar por debajo de la expectativa, fue en líneas generales una buena tarde de ópera, y hay que agradecer al Teatro Real la gran fiesta de la música que se pudo disfrutar ayer en toda España. Ojalá no haya que esperar otros doscientos años para que se repita.

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