Hace poco más de un año todo el mundo pensaba que
España iba a ser rescatada y por tanto intervenida económicamente al no poder
hacer frente a sus compromisos de pago. Yo mismo llegué a vaticinarlo en este
blog como algo inminente e inevitable y mostraba el pesar por la afrenta que
ello iba a suponer a nuestra soberanía nacional.
Hoy afortunadamente nadie piensa ya en esto e incluso
muchos parece que lo han olvidado, haciendo menosprecio de la mejora de la
situación económica, aún insuficiente, experimentada en nuestro país en los
últimos doce meses. Sin embargo hemos sido objeto ayer de una intervención
tanto o más dolorosa que la que podría haber sido aquella, en forma de
sentencia dictada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos con sede en la
ciudad alsaciana de Estrasburgo. Lo que nuestro Tribunal Supremo y nuestro
Tribunal Constitucional habían sancionado como ajustado a derecho, la conocida
como “doctrina Parot”, un mecanismo de defensa elemental de la sociedad española
frente a la relativa impunidad de los peores crímenes propiciada por una
legislación deficiente, ha sido desautorizada por la corte europea hundiéndonos
en el total desánimo y en la indignación a las víctimas del terrorismo y a cuantos tenemos todavía memoria de lo que
han sido los terribles años en que ETA mostraba su verdadero rostro de
violencia y muerte.
Pero compartiéndose o no los criterios del TEDH, lo
que no debemos es caer en el error de creer que los culpables de la situación
creada son los magistrados de dicho tribunal. Los enemigos los tenemos aquí
dentro. Son los defensores de la progresía en la política penal y
penitenciaria, que podemos personificar en la figura infame del tal López
Guerra. Son los que siempre han tenido más consideración con los delincuentes
que con las víctimas. Los que siempre han puesto por delante la reinserción
frente la punición. Los que proponen caminos de pazzz olvidándose
de la justicia. Los que aún hoy siguen oponiéndose a figuras como la cadena
perpetua revisable que se propone en la reforma en trámite del Código Penal. Ellos,
y los que sucumben pusilánimemente a sus planteamientos, son los culpables de
que hoy una gran mayoría de españoles nos sintamos heridos e impotentes ante la
perspectiva de excarcelación de los mas execrables criminales de nuestra
reciente historia sin que hayan cumplido más que una ínfima parte de sus
condenas. ¡Vergüenza!
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