domingo, 1 de noviembre de 2015

DESDÉMONA

Noche de estreno en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, en la víspera de Todos los Santos, convertida últimamente en “la noche de los mamarrachos”, dicho sea con los debidos respetos y en términos de defensa. Y no con Don Giovanni, que hubiera sido lo propio –es lógico, porque ya lo tuvimos aquí el año pasado- sino con Otello. Cuando salió, de forma tan tardía este año, la programación de la temporada, me pareció un tanto anodina, con tres de los cuatro títulos ya repetidos y archiconocidos. Pero Verdi es siempre un valor seguro y su versión de la historia del moro de Venecia es impactante de principio a fin. Así que no le vamos a hacer ascos, y mucho menos si se cuenta con buenos elementos vocales para la empresa.
Sin duda la mayor atracción de la noche era escuchar en directo al tenor norteamericano Gregory Kunde. El pasado año se nos anunció a su compatriota Angela Meade en Norma, y al final no pudo ser. Esta vez sí. El caso de Kunde es bastante peculiar. No es ningún jovencito (ha pasado ya de los sesenta) y sin embargo se encuentra en el mejor momento de una carrera que sólo en los últimos años ha alcanzado un relieve estelar. Era un tenor preeminentemente rossiniano,  que desempeñaba bien su trabajo, pero sin ningún brillo especial. Hasta que alguien le recomendó que  para dar el salto de nivel que deseaba lo que tenía que hacer era cambiar el repertorio.  Para mí pasó bastante desapercibido en su anterior comparecencia en nuestra ciudad, en febrero de 2009, con Tancredi. Claro que entonces quizá fue eclipsado por dos divas como Daniella Barcelona y Mariella Devia, que lo acompañaban en el reparto. No fue sino hasta hace un par de años que me sorprendió en su papel de Vasco de Gama en L’Africana de Meyerbeer representada en La Fenice. Desde entonces ha sido para mí uno de los tenores a seguir y fue una grata sorpresa verlo anunciado en Sevilla, ya que hoy día es considerado como uno de los mejores otelos verdianos que puedan escucharse.
Ángel Ódena también es un cantante ya conocido en estos lares. Entre otros muchos papeles desempeñados aquí destaca el Juanillo del último Gato Montés (2013). Aunque su carrera se desarrolla básicamente en el ámbito nacional no le faltan experiencias en importantes plazas extranjeras  como Nueva York, París o Berlín. El de Yago, la encarnación del mal, es un papel adecuado al lucimiento de sus condiciones baritonales. Su voz oscura y potente  es de las que llenan la sala, aunque a veces pueda resultar algo tosca.
Ambos estuvieron a la altura de lo esperado, aunque con algunos momentos de duda. Pero la que estuvo superlativa, la que me embelesó y me dejó boquiabierto fue Julianna di Giacomo, de quien no tenía ninguna referencia previa, hasta que la conocí en el ensayo de la semana pasada. Desde su primera nota hasta su último addio.  Capaz  tanto de superar con su agudo a toda la masa coral y orquestal como de hacer los más delicados pianissimi (Salce!Salce!) Con un timbre de voz bellísimo y un gran gusto en la interpretación. Su extensa aria del cuarto acto, Ave María incluida, fue sobrecogedora. Por eso he decidido titular este comentario Desdémona. Por ella y por su personaje. Porque es ella, la víctima, la que merece ser ensalzada. No me valen ni el posterior arrepentimiento de Otelo, que le lleva a quitarse también la vida, ni la escusa de las pérfidas artes de Yago. No es una ópera fácil de ver sabiendo que su tragedia se repite hoy tristemente en tantas ocasiones sin que nadie sepa ponerle remedio. Desdémona es la inocencia pura, sin tacha, que sin embargo recibe la muerte de manos de quien, en lugar de amarla como a una persona,  la tiene por una posesión en la cual cosifica su supuestamente manchado “honor”. ¡Viva Desdémona y muera mil veces Otelo!

Entre estas voces principales y el resto del elenco no hubo uno, sino varios escalones. Al joven Pancho Corujo (Casio) casi no le escuchamos y lo mismo cabe decir de Mireia Pintó (Elena). Pero los coros estuvieron muy bien (el del teatro y el de niños de Los Palacios) y también la orquesta, como acostumbra, con la dirección de Pedro Halffter, siempre una garantía. Sobre la escena diré que no me gustó. Anodina y gris, sin nada que recuerde el ambiente mediterráneo en el que se desarrolla esta historia de celos, sin más colorido que esos absurdos personajes  bufonescos que se mueven y contorsionan sin venir a cuento, que no sirven sino para distraer de lo esencial. Además creo que se troceó en exceso la representación sin motivo aparente, con dos descansos y ese saludo a destiempo de figurantes y coros al final del tercer acto.

Con todo, a mi el conjunto me pareció muy notable. Sin embargo, el campechano público del Maestranza, que lleva bocadillos para comer en los entreactos (como en Glyndebourne, pero sin cesta ni mantel) que no deja de toser ni cuando Otelo está entonando “E tu.. come sei pallida! e stanca, e muta, e bella,…” ante el cadáver de Desdémona, que sale de la sala en mitad de un aria levantando una fila de espectadores..… no debió de disfrutar mucho, porque los aplausos al final de la representación fueron cortitos. No acordes desde luego, a mi modesto parecer, con el nivel de lo presenciado.

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