domingo, 6 de abril de 2014

LA ESENCIA

Foto: Salvador Navarro
           Siempre se ha hablado de los contrastes en la Semana Santa de Sevilla. De las cofradías de barrio y del centro, de la Madrugá de silencios y alborozos, de las cofradías de capa y de las de cola. Sin embargo parece que en la mente de algunos sólo cabe un pregón, olvidándose de la diversidad que otras veces se ensalza.
         Si el pregón de Francisco Javier  Segura fue rompedor y exuberante en las formas, no sin sentido religioso, el de Francisco Berjano ha sido un pregón sobrio y austero, como es acorde a la persona que preside una cofradía como la de la Vera Cruz, que sin ir más lejos, hace un par de años, tuvo la “osadía” de dejarse los pasos en su capilla del Dulce Nombre de Jesús e ir a la Catedral con sólo lo esencial: el Santo Lignum Crucis, la Cruz, que es el origen de todas nuestras cofradías penitenciales y a la que siempre seguimos en nuestras estaciones. Entiéndase esa sobriedad y austeridad al sevillano modo, que tampoco esto es Castilla y siempre caben guiños a los legionarios del Porvenir, a las formas baratilleras o la Esperanza...Pero si el pregón del año pasado fue de terciopelo y escudos bordados, el de este año ha sido más de ruán y esparto. No por ello menos válido, puesto que si de anunciar nuestra Semana Santa se trata no está de más que, aunque sea de vez en cuando, el  pregonero se centre más en la esencia que en la forma, que en todo caso, no dejó de ser hermosa por lo que de vivencia personal y autenticidad puso en ella su autor. No ha sido un pregón poético, pero tampoco un pregón de tostonazo doctrinal. Ha utilizado un lenguaje sencillo y asequible a todo el mundo, llamando a las cosas directamente por su nombre sin rebuscamientos. De una manera muy natural y nada artificiosa. A mi me han gustado especialmente el principio, con esa recreación de cómo se viven las ilusionantes horas iniciales de nuestra Semana Santa allende el Parque de María Luisa, y el final, cuando ha recordado que pertenecemos a una única Iglesia, que es la misma que la de los kikos, los focolares o que la de cualquier otra realidad eclesial de entre la amplia variedad que inspira el Espíritu. No somos una  “secta” adoradora del incienso, la banda, la revirá –palabra que yo también, como el pregonero, considero abominable- o la bambalina. 

           Seguramente no ha sido el tipo de pregón que  al consumidor habitual de este producto le gusta escuchar, pero probablemente era el tipo de pregón que hacía falta dado el derrotero que en algunos aspectos está tomando el mundillo cofrade. Dejando aparte la forma en que se produjo, que no voy a comentar porque me he propuesto intentar no molestar a nadie, la elección de Berjano tenía una finalidad clara, y esa finalidad ha sido cumplida con creces, y de una manera perfectamente ajustada al canon cofrade. Al menos al que yo aprendí, probablemente lejano al frikismo que hoy impera.   

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