La chusma
resentida, que es numerosa en este país, ya tuvo su ración de
morbo viendo entrar a una Infanta de España en el Juzgado a declarar
como imputada en una causa penal. Ni siquiera los intolerables
privilegios otorgados (llegó en coche casi hasta la puerta, no
pasó el detector de metales....) alcanzan a soslayar el placer de
haber podido contemplar semejante escena. Todos somos iguales, o eso
dicen. Lástima que esa igualación sea siempre por abajo, nunca por
arriba.
Porque
efectivamente la Infanta ha demostrado ser igualita que muchísimas
otras esposas. Ha ido y ha declarado lo que podía esperarse conforme
a la tan ensalzada igualdad. En esto mi colega Miguel Roca tampoco es
que haya innovado mucho. Ha hecho lo que es de libro. Si yo hubiera
sido el abogado de SAR -que es a lo que con gran sentido crematístico dice mi hija que tendría que
dedicarme- le hubiera recomendado lo mismo. La Infanta no sabía lo
que hacía su marido, confiaba en él, firmaba lo que él le decía y
no hacía preguntas. No sé de qué se quejan los defensores de esa
igualdad por abajo. No hay nada que reprochar por ese lado. No es la
primera vez, ni será la última, que este tipo de declaración se
escucha en un Juzgado. Probablemente sea verdad. Pero tampoco tiene
que serlo, porque para eso se declara en calidad de imputado.
Pienso por
el contrario que lo objetable es que de la hija del Rey sería
esperable un comportamiento distinto, no igual al del resto. Pero
esto no lo pueden reclamar los igualitaristas. Un comportamiento
ejemplar, diferente del de cualquier otra esposa que no perteneciese
a la Familia Real, precisamente porque su situación le exigía un
superior grado de vigilancia sobre cualquier aspecto que pudiera
afectar al buen nombre y la reputación propios y de la institución
monárquica. Es posible que tengan razón aquellos que dicen que la
monarquía pierde su sentido cuando príncipes y princesas, infantas
e infantes empiezan a casarse con plebeyos y a seguir sus costumbres.
Pero claro, esto lo dicen unos señores que son unos reaccionarios.
Hay que casarse por amor, igual que todo el mundo. Y confiar
ciegamente en tu amorcito, igual que todo el mundo.
Precisamente
por haberse comportado igual que todo el mundo es por lo que Dª
Cristina debe renunciar a sus derechos dinásticos y salir de la
Familia Real. Así podrá vivir tranquilamente su romance con su
Iñaki, que nos ha salido rana. Como puede hacer cualquier hija de vecino, pero
no la del Rey de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario