sábado, 8 de febrero de 2014

UN FALSO DILEMA

Navegando distraidamente por la red, recalando aquí y allá por los diarios digitales, de enlace en enlace, me topo con un articulito publicado  hace unos meses por Julio Anguita recordándonos algo que ya algunos sabíamos: para él, como para todos los de su ideología, democracia es igual a comunismo, de lo que se sigue necesariamente según esta concepción que sin comunismo no hay democracia posible. Democracia “real” le llaman. Anguita, y otros como él, incluso muchos que ni siquiera llegan a su extremo, abomina de los mercados. Piensa que deben ser sometidos por la política. Este es un lugar común que muchos han esgrimido durante la crisis: los malvados mercados son los culpables de cuanto de malo nos pasa.
Tengo yo otra percepción bastante diferente. Para mi el mercado es la expresión de la libertad económica, lo mismo que la democracia lo es de la libertad política. Con todos sus defectos y sus limitaciones, lo mismo en un caso que en otro. Hay quienes sacralizan la democracia como si esta no tuviera defectos, algunos corregibles y otros intrínsecos a la condición humana. Yo no lo hago, y tampoco sacralizo el mercado, pero creo que no hay menos democracia en este que el ámbito político.
Me recordaba un alumno en clase, objetando mi planteamiento,  que  entre poco más de setecientas empresas controlan el 80% de la economía mundial, con lo que ellas son realmente las dueñas del mercado. No sé si esto es realmente cierto, pues se refiere a las conclusiones de un reciente estudio no del todo contrastado, como tantos que salen por ahí. Pero aunque así fuera, me pregunto ¿y entre cuantas “empresas” dominan la política en España? ¿No tenemos los ciudadanos mucha más capacidad de elección y de decisión en el terreno económico que en el político? En política sólo podemos votar, normalmente, cada cuatro años, y entre un número de opciones ciertamente limitado. En el mercado votamos cada día comprando o no comprando aquello que nos gusta o nos desagrada, y las empresas suelen ser mucho más receptivas a los deseos de sus clientes que los partidos políticos a los de sus propios votantes. Sí, es cierto que a veces, las menos, no tenemos posibilidad de elección. En política casi nunca: o carne o pescado, con lo que si eres vegetariano…

En definitiva la oposición que algunos quieren hacer entre democracia y mercado, de manera que sólo existiría la primera cuando los segundos estuvieran dominados por el poder político, es puramente artificiosa, porque ambos son expresiones, cada una en su campo, de una misma cosa: la libertad. A quien no le gusta la libertad no puede gustarle el mercado, pero tampoco le gusta la democracia. Si acaso utilizan esta, vendiéndonos la ilusión de que decidimos nosotros,  para la consecución de sus fines, que no son otros que controlarlo todo. Y esto último, me temo, es una pretensión bastante extendida entre los políticos en general, no sólo comunistas.

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