lunes, 10 de diciembre de 2012

CINCO HORAS CON WAGNER


Foto: Diario de Sevilla
Segunda cita de mi temporada de ópera en el Maestranza. Tercera entrega de la tetralogía wagneriana iniciada en 2010. Sigfrido. Cartel de lujo. Bajo la contrastada  batuta de Pedro Halffter, con la ROSS en el foso,  un elenco de relumbrón, y con una de las producciones más fantásticas que se hayan visto. ¿Qué mejor forma de pasar  la tarde de un domingo de otoño que enfrascado en la música del genial teutón? …Pues debe  de haber muchas, aunque a mi no me lo parezca, porque mi sorpresa al llegar es que la entrada de público es de las más flojas que recuerdo. Ya había leído en las crónicas que en la premiere hubo mucha gente que se ausentó a la finalización del segundo acto. El domingo no hubo que esperar tanto. Ya desde el inicio se observaban buenos claros entre las butacas. Algo inaudito. Nuestras autoridades andan por ahí afanándose en promover Sevilla como ciudad de la música, como ciudad de la ópera ¿y resulta que no hay melómanos suficientes para llenar cuatro funciones de una de las cumbres del repertorio operístico? A ver si vamos a tener que quedarnos sólo con el rimbombante título de  capital mundial de la tapa, o, como dijo uno “de la papa”. 
Pero vamos al espectáculo. Hay quien en su imaginario sólo acepta un Sigfrido vestido de Axtérix. Yo lo respeto, pero no lo comparto.  Particularmente no soy muy partidario  de las desubicaciones en el tiempo o en el espacio de las óperas, porque siempre hay desajustes que hacen resentir la credibilidad de la historia. Pero pienso que el Anillo, por su carácter mitológico, fantástico e irreal, es intemporal y admite más que ninguna otra obra operística adaptaciones atrevidas e imaginativas, siempre que se haga con creatividad y buen gusto Se intuye que aquello debió ocurrir en un principio remoto de los tiempos,  pero cabe preguntarse ¿de qué tiempo?. Como dice Padrissa, se puede devolver a los dioses a la magia, que en nuestro tiempo es la tecnología. Una tecnología puesta al servicio de una creatividad desbordante. Me parece a mi que Wagner, si hubiera tenido estos medios a su alcance, habría apostado por ellos. Además la fidelidad al libreto es total: el pájaro es un pájaro, los gigantes son gigantes, el dragón un dragón….sólo que expresados en un lenguaje plástico actual. La producción escénica de La Fura es sin duda de lo mejor que se puede ver hoy en los escenarios del mundo, pero al parecer esto no es suficiente.
Sigfrido es el joven héroe que, por ignorancia o inconsciencia, desconocía el miedo. Sin embargo no creo que haya tenor en el mundo que no sienta pavor antes de enfrentarse a su interpretación. Lance Ryan puede que no sea el mejor Sigfrido de todos los tiempos, pero sí uno de los más cotizados del momento. Viene de hacer el papel en Milán y Berlín y lo tenemos en Sevilla ¿se puede pedir más? Hay que darse cuenta de que cuando despierta a Brunilda (a eso de las once de la noche) él ya lleva cantando desde las siete. Y ahora dale réplica, como lo hizo, a la desatada valquiria. Ahí es nada. Bravo. Brubaker y Hawkins, los dos nibelungos, ya habían triunfado aquí en anteriores comparecencias. El Mime del primero me pareció lo más notable entre las voces masculinas, completadas por Alan Held (Caminante)  y  Kurt Rydl (Fafner). En el lado femenino Crista Mayer cumplió en su Erda, al igual que Cristina Toledo (pájaro del bosque), cuyos vuelos sobre el escenario creo que perjudicaban la audición, y destacó por supuesto Catherine Foster, que llenó de lirismo la arrebatadora escena final. La orquesta por su parte ofreció momentos memorables, sobre todo en los preludios, y en especial en el del tercer acto, mientras en la escena el caminante Wotan sobrevolaba vertiginosamente un paisaje de montañas nevadas.  
Cuando cerca de las doce Brunilda deja por fin de lado sus remilgos y se entrega al amor de Sigfrido se nos ha pasado la tarde en un suspiro. Nadie lo diría, si no fuera por la dureza de los asientos del Maestranza para tan larga sesión. A lo mejor es eso lo que echa a la gente para atrás…El caso es que salgo del teatro saboreando lo visto y oído, pero también con la preocupación de si podremos ver el año próximo la culminación del ciclo. Ya sabemos que si no se hace no va a haber manifestaciones multitudinarias por las calles. Pero sería muy triste que esta fenomenal apuesta se truncase en su última jornada. Aunque no todo el mundo sepa valorarlo creo que merece la pena. Si hay que prescindir de otras cosas, que se prescinda, pero que no falte el ocaso en esta ciudad que lleva en él tanto tiempo. Con La Fura, por supuesto. Aunque vayamos cuatro, prometo aplaudir hasta con las orejas, si hace falta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario