martes, 7 de abril de 2020

CALLE ORIENTE... ¿MARTES SANTO?


Hoy es el día en que no podía faltar. Nunca lo hice. Siempre el Martes Santo estuve en la Calzá. Desde que era niño e iba a casa de mis abuelos, frente  a la casa de las Hermanitas de los Pobres. Desde los balcones veía ilusionado cómo entonces, al final de la mañana, se iban colocando por el amplio jardín del asilo las insignias en torno a las que se conformarían luego los tramos de la cofradía, señal inequívoca de que llegaba la hora de vestir la túnica.  Incluso las escasas veces en que no salí formando parte del cortejo, jamás falté a mi cita en la calle Oriente. Años hubo, pocos gracias a Dios, que tuve que volverme por la lluvia antes de tiempo. Pero aun así allí estuve, sintiendo el calor de mis hermanos, de mi gente, del ambiente, de mis Titulares.

Siempre al llegar al templo, lo primero rezar ante Ellos. Por eso no me gustaba salir en tramos que formasen en las hermanitas, sin pasar por la iglesia. Pedir por mí y por los míos. Dar gracias por poder vivir aquello un año más. Los nervios que te comen hasta entonces -mientras te vistes, te preparas, te desplazas- se templan una vez allí con la charla con tantos amigos, que nos conocemos casi desde niños, a muchos de los cuales se ve de año en año. La hermandad es eso. Una mirada al cielo, y otra al que tienes a tu lado. Eso lo aprendí sobre todo en mis tiempos de costalero. Incluso si al final no se sale, ese rato es impagable. Todo eso ha faltado este año.

Es cierto que hubo otros años en la historia de las cofradías en que no hubo procesiones de Semana Santa. El último de ellos, el 33 de la pasada centuria –el 32 sólo hubo una-. Pero aún en esos tristes momentos los cofrades pudieron estar unidos junto a las imágenes de su devoción en estas fechas. Se celebraron cultos. Se montaron altares. Se hicieron turnos de vela…Este año no. Por eso esta situación no tiene precedente en nuestra ciudad. Ni podemos estar con Ellos ni podemos estar con nosotros, los que nos unimos bajo su advocación, más que de manera virtual.

La calle Oriente está hoy desierta, como si hubiera sido transportada a cualquier otro lugar del orbe donde la Semana Santa es sólo una semana más del año. O como si las cofradías se hubieran extinguido de la faz de la tierra. Algo como de película de ciencia ficción. Podría compararlo a esa escena famosa en que aparece la Estatua de la Libertad derruida en una playa. ¿Fue aquello alguna vez Nueva York? Insólito. Me pellizco ¿es Martes Santo? Sí que lo es. Sin embargo la puerta de la parroquia está cerrada. Como lleva ya hace algunas semanas. Quizá esto haga las delicias de algunos. Dentro están nuestros Titulares. Solos. He visto alguna foto en las redes. Siempre me ha impresionado la soledad en que queda el templo una vez que se marcha la cofradía. Pero más impresionante tiene que ser la soledad de esta tarde de Martes Santo, con las imágenes en sus altares, sin recibir las oraciones de Sevilla, ni llevar su bendición a quienes las esperan.

Durante tiempo tuve una pesadilla recurrente, compartida con otros “locos de las cofradías” como yo. En el fondo los cofrades somos así: un poco como niños grandes. Pero ya lo dijo el Maestro: si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.  Por lo tanto eso no debe ser en nuestro caso precisamente un descrédito. Un poco niños y un poco locos. De amor, por supuesto. Si no fuera así, no sería posible seguramente el milagro de nuestra Semana Santa. Ocurría en esa pesadilla que el Martes Santo llegaba tarde a la cofradía y ya se había ido. O cuando llegabas te dabas cuenta de que te faltaba el cíngulo, o la faja costalera, o cualquier otro elemento del atuendo y te tenías que volver a casa…y cuando regresabas, ineludiblemente la cofradía ya se había ido. ¿Por dónde irá? ¿Cómo me incorporo ahora? Sin vara, sin cirio…¿quién habrá ocupado mi sitio en la trabajadera?....Afortunadamente despertabas y era eso, sólo un sueño. Jamás llegué tarde a la cita. Jamás olvidé el más mínimo detalle de la indumentaria. Jamás perdí un relevo. Siempre completé la estación cuando la hice…Ojalá esto que estamos viviendo fuera sólo un mal sueño. Pero no, es la verdad de lo que nos ha tocado vivir. Probablemente no es lo más grave, dadas las circunstancias, pero para los que sentimos esto es algo que nos impacta. Algo que jamás hubiésemos pensado que pudiera ocurrir, ni en nuestra peor pesadilla cofrade. Una calle Oriente desierta en Martes Santo.

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