Aprovechando que el
lunes estaba de rodríguez, algo a lo que los de nuestra generación no estamos
tan acostumbrados como los de la de nuestros padres, me atreví a echar una
canita al aire, y me fui al cine…yo solito.
Tenía interés en ver
Dunkerque, la última creación de Christopher Nolan, de la que había leído
elogiosos titulares de comentarios y críticas en los periódicos que se hacen eco
de su estreno. Además la daban en mi sala favorita: el viejo cine Cervantes de
la calle Amor de Dios.
Allí estábamos, a la
hora de la última proyección, seis personas contadas perdidas en la inmensidad
del patio de butacas del añejo teatro. Adelanto
que la experiencia no fue del todo satisfactoria. Dunkerque es sin duda una
gran película, pero una gran película de cine bélico. Y a mí a estas alturas el
cine bélico me empacha un poco. Prefiero otras músicas, de percusión incluso,
distintas de la de las bombas y las ráfagas de ametralladora. Y en Dunkerque
hay mucho de esto, aunque la banda sonora también es notable. Pocos aunque
buenos diálogos y acción, mucha acción. Recuerdo que en mi infancia me fascinaron películas como Objetivo
Birmania, mítica para mí porque mis padres no me querían dejar verla una vez que la echaron en la tele por
aquello de los rombos (¿recuerdan?). Yo
sabía que Dunkerque iba de guerra (de qué si no), pero esperaba otro enfoque no
tan guerrero. Grandes películas hay en torno a la guerra donde no salen tantos
tiros.
La película nos muestra
el horror de la guerra, por tierra mar y aire. Y aún así lo hace de una manera
plástica, de gran estética. Nada que ver con las guerras de verdad que
acostumbramos a ver en los telediarios, desde Siria a Irak, desde Afganistán a
Bosnia. Indudablemente es una película de una factura técnica impecable, con
unas escenas y una fotografía sorprendentes. Es por esto que este tipo de cine
ejerce esta atracción, más si lo ves en pantalla gigante, de las de antes. Por
esto y porque, quiero pensar, que junto al horror están las historias de valor,
de sacrificio y de abnegación gracias a las cuales el mal se mantiene a raya y
termina siendo vencido. Esto es algo que a algunos todavía nos seduce, aunque
vivamos en una sociedad cada vez más entregada y hedonista, no se yo si tan
dispuesta a defender “nuestro hogar” como lo hicieron aquellos héroes, hombres
y mujeres, que no se dejaron avasallar por el totalitarismo.
Ojalá no hubieran sido
necesarios tantos héroes porque no hubiera habido tantos
villanos. La guerra es mala, horrenda, atroz. Pero hay “paces” que son peores.
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