sábado, 21 de julio de 2012

UN VIAJECITO A PORTUGAL


Menuda tarde la de ayer, observando en tiempo real a través de la pantalla de este aparato en el que ahora escribo -que lo mismo me permite contemplar una ópera desde Glyndebourne,  que un espectacular salto al vacío y sin red de cualquier valor del desbocado IBEX-,  cómo se hundía la bolsa y cómo ascendía la prima de riesgo hasta niveles históricos y que probablemente marquen el punto de no retorno que los más agoreros llevan meses vaticinando.
Lo único que puede aún  darnos algún aliento es que nada parece ser  predecible. Pasó la videoconferencia aquella tan trascendental del Eurogrupo para lo del rescate a la banca, se consiguió un acuerdo, y de poco ha servido para calmar a la fiera. Pasaron las elecciones griegas, y cuando parecía que todo iría a mejor, porque el resultado fue el menos malo,  no fue. Pasó la última cumbre europea en la que Italia y España parecían haber conseguido lo que querían…y aquí seguimos (la evolución de la prima de riesgo de Italia fue ayer en paralelo con la nuestra). A lo mejor ahora que parece que ya nada nos salvará, los mercados van y se dan la vuelta.
Esta quimera no obstante parece difícil. Sólo la manguera del BCE podría apagar este fuego, y no parece que haya intención. Porque a lo largo de la semana se dieron una serie de circunstancias que explican muy bien el desenlace final.
Primero fue el Ministro Montoro, quien en sede parlamentaria reconoció sin tapujos que no hay dinero ni para  el pago de las nóminas . Esto, que está bien desde el punto de vista de la trasparencia y de plantear las cosas tal  como son y sin tapujos, tiene la contrapartida de que también llega a oídos de los acreedores, que se ponen más nerviosos aún ante la perspectiva de no poder recobrar su dinero. Además suscitaba la queja de la pijoprogre Ana Belén, musa del clan de la ceja, quien denunciaba amargamente en la prensa de que se había metido mucho miedo  a la gente. Tiene razón Anita. Con ZP vivíamos mejor. En la inopia, pero mejor. No nos daban estos sustos. Se practicaba más, pese al laicismo reinante,  eso tan caritativo de la mentira piadosa.
Luego vino el problema autonómico, con el caradura de Arturo Más invitando a la rebelión de las regiones ante el gobierno central, cuando hace dos días andaba pidiéndole dinero porque no le llega. Por mucha cohesión que se quiera aparentar en las reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera, en el que a todo el mundo al final  se le perdona la vida por aquello de vamos a llevarnos bien, luego salen los tipos como este echando órdagos al gobierno, y los acreedores vuelven a constatar que España, hoy por hoy, tiene muy difícil controlar el cáncer de las autonomías que la están devorando, con toda una casta de políticos profesionales de todos los colores que han encontrado en ellas un tan acomodado medio de vida.
Para terminar, los sindicatos ponen también su granito de arena para que cada vez nos parezcamos más a Grecia, y se echan a la calle con el impúdico lema de "Quieren arruinar el país. Hay que impedirlo". Una versión más de la conocida historia de  los pirómanos metidos a bomberos. No, miren ustedes, tengan un mínimo de decencia. El gobierno de Rajoy será capaz  o no de sacarnos de la ruina. Pero los que nos llevaron a esa ruina fueron los políticos a los que ustedes apoyaron sin rechistar, y de los que por tanto son ustedes cómplices e incluso cooperadores necesarios. Sólo con la desvergüenza  habitual de que suelen hacer gala estos caballeretes peden formularse determinados planteamientos.
El resultado final, traca fallera valenciana incluida, es que estamos al borde del rescate-rescate. El rescatón, y no el rescatito que se nos había prometido, y que por cierto, cómo son las cosas, fue precisamente también aprobado ayer. Los hombres de negro están haciendo las maletas y yo, para aliviar el estrés que me produce el desconocer con exactitud  cómo será eso, me propongo en estos próximos días del verano darme una vueltecita por Portugal, cortita para no pagar peaje, a ver allí cómo lo llevan. Porque supongo que la gente seguirá viviendo. Tampoco es que se acabe el mundo. Digo, yo. No vamos a desesperarnos por esto.

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