sábado, 14 de abril de 2012

REPENSAR EL ESTADO DE LAS AUTONOMIAS


El dulce ZP –¿os acordáis de  “Bambi”?-, con su buen rollito progre,  su talante  y demás simplezas  varias, nos quiso hacer creer que saldríamos de la crisis sin dolor. Para mitigarlo estaba él, y los recursos públicos que se presentaban supuestamente como ilimitados, no se sabe  si por aquello de su desconocimiento de las cuestiones económicas, o sencillamente porque a él poco le importaba engañar de forma miserable al personal. De ahí que ahora a la gente le cueste más trabajo admitir el trago de la amarga medicina que la cruda realidad de la crisis, despojada ya de brotes verdes y eufemismos varios para camuflarla, impone para su curación.  Nadie quiere que le rebajen el sueldo, nadie quiere el copago sanitario, nadie el recorte en educación, nadie que le suban los impuestos, nadie que se reduzcan las inversiones en I+D o en infraestructuras…. El problema sin embargo es de tal envergadura que será difícil salir de él si no es pasando por todas y cada una de esas desagradables medidas.
La semana que termina ha sido durísima desde el punto de vista de los indicadores económicos. Y ante la falta aparente de efecto de las medidas ya adoptadas, dos damas de la política han puesto el dedo en la llaga de uno de los principales problemas de nuestras cuentas públicas. Esperanza Aguirre ha defendido que con la devolución de competencias autonómicas en materias como la sanidad, la educación y la justicia -¿qué razón hay para que estos servicios se presten de forma diferente en cada comunidad?- se podrían ahorrar hasta 48.000.000.000.-€. Por su parte  Rosa Díez ha advertido un hecho insoslayable: las autonomías, por el camino que van, corren el riesgo de acabar siendo intervenidas, bien por el gobierno de la nación, bien por Bruselas, lo cual supone, en cualquier caso,  perder su status actual.
Ante esto, el presidente Rajoy ha expresado su falta de disposición siquiera a debatir la revisión del modelo autonómico, argumentando para ello que es lo que establece la Constitución, aprobada por los españoles.
Haría bien el sr. Rajoy en replantearse esta postura. En primer lugar porque lo que dice la Constitución no necesariamente tiene que traducirse en el modelo actual. Las autonomías no tienen por qué ser reproducciones de estados en pequeñito, más propios de opereta vienesa que de la administración austera y eficaz que requiere una economía competitiva. En segundo lugar, porque pienso que por lo que a la voluntad de los españoles respecta, a diferencia de lo que ocurre con  los recortes antes relacionados, creo que pocos se opondrían  a un redimensionamiento y modificación sustancial de un modelo autonómico. Si hoy se preguntara a los españoles si están dispuestos a mantener el estado autonómico aún a costa de pagar los impuestos más altos de Europa, al tiempo que reciben unos servicios deficientes, la respuesta podría oírse en las antípodas. Pienso que la mayoría de los ciudadanos lo que queremos es que los servicios públicos, necesarios para el desarrollo de una sociedad moderna,  sean buenos y tengan un coste razonable; nos da igual que la administración que los preste sea nacional, autonómica o local. Si esto requiere reducir –nadie ha hablado de eliminar por completo- la administración autonómica, hágase. Y los políticos que han encontrado sustento en sus engordados presupuestos,  que  busquen acomodo, como ha dicho Aguirre,  en otras ocupaciones.

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