martes, 30 de diciembre de 2014

OTRA NAVIDAD

Desde pequeños hemos aprendido por estos lares a soñar con la blanca Navidad -aunque en mi tierra no es que vemos nevar mucho- con las calles iluminadas, con los hombres gordos vestidos de rojo, con las burbujas del champán, el calor del hogar, con turrones y mazapanes, los regalos y los Reyes Magos. Pero no en todas partes la Navidad es blanca, ni aún en sueños, porque no hay paz, ni hay lucecitas de colores allí donde faltan otras cosas mucho más básicas. Es otro estilo de Navidad. En países como Irak, o Siria, la población cristiana -perseguida e incluso masacrada por los yihadistas, un auténtico genocidio que sin embargo pasa como desapercibido a los denunciadores habituales de genocidas en occidente- ha tenido que abandonar sus hogares y refugiarse en lugares donde al menos puedan conservar la vida, aunque hayan perdido todo lo que tenían, y en los que viven hacinados y en condiciones mínimas de subsistencia. Pero esto no les ha impedido celebrar con alegría esta festividad del Nacimiento de Jesús. Cuentan quienes por allí han estado que es la Iglesia fundamentalmente quien les suministra lo necesario para sobrevivir en estas condiciones, de ahí que es importante que cuenten con la ayuda y la solidaridad de los cristianos y de las personas de buena voluntad del resto del mundo. Esto dicen Xiskya Valladares (@xiskya) y Josué Villalón (@JosueVillalon), dos españoles que han estado en la zona estos días enviados por la Fundación Pontificia “Ayuda a laIglesia Necesitada”, comprobando in situ la realidad de los campos de refugiados, y que han colgado en internet este video que comparto. Pero lo que yo observo en el vídeo es que frente a la carencia de recursos materiales que sufren estos cristianos, de lo que están sobrados es de fe. De otra forma no puede comprenderse la alegría que se refleja en sus rostros y en sus celebraciones. La alegría en la abundancia es perfectamente asequible, puede incluso comprarse a modo de máscara festiva, aunque se trate de pura impostura. Pero la alegría en la adversidad sólo puede salir de algún rincón muy profundo del ser humano. Estos cristianos iraquíes nos están enseñando -¿cuál es realmente la Iglesia necesitada?- que la auténtica Navidad o se vive en el corazón o no es Navidad.              

sábado, 13 de diciembre de 2014

EL PROFESOR Y LA MENTIRA HISTÓRICA

Hubo una época, no tan lejana, en la que a la política se dedicaba gente decente y brillante en sus profesiones que decidieron en un momento dado, movidos seguramente por vocación de servicio, dejar su actividad privada para ocuparse temporalmente de los asuntos públicos. Es el caso, entre otros muchos, de Alfonso Lazo Díaz, sevillano del 36, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla y profesor en los sesenta de muchos de los que después serían líderes políticos andaluces en la transición.  Socialista de la vieja escuela, proveniente del PSP de Enrique Tierno Galván –también a él le llaman ahora “viejo profesor”-, ocupó cargos de responsabilidad en el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra. Fue diputado por Sevilla en el Congreso (1977-1996),  portavoz socialista en materia universitaria y presidente de la comisión del Defensor del Pueblo. Llegó a ocupar la secretaría provincial del partido,  formó parte, como consejero de Cultura, del primer Gobierno preautonómico de la Junta de Andalucía presidido por Plácido Fernández-Viagas… y cuando le pareció oportuno volvió a la universidad a seguir investigando y enseñando historia y a continuar defendiendo los valores que acaso en el campo de la política partidista ya no le era posible defender. Alfonso Lazo, ya jubilado también de sus ocupaciones académicas,  continúa hoy impartiendo sus “clases” a través fundamentalmente de sus colaboraciones en la edición andaluza del diario El Mundo. Es uno de mis columnistas favoritos pues lo considero un intelectual lúcido y honesto que  busca siempre  la verdad por encima de las querencias ideológicas, y no tiene miedo a exponer lo que piensa, muchas veces a contracorriente de  lo que hoy propugnan quienes fueron sus antiguos compañeros de militancia, con una claridad y rotundidad poco comunes.
Hace unos días publicó uno de estos artículos (“Una cierta realidadEl Mundo, ed. Andalucía, 14/11/2104) que seguro habrá escandalizado a muchos, más que nada desinformados de la historia. En él se hacen  algunas afirmaciones -al hilo de lo mucho que nos gusta a los andaluces el intervencionismo estatal, lo que explica, según el autor, nuestras querencias electorales- que aunque no son novedosas, pocas veces las he  visto tan claramente expresadas, sobre todo por alguien que viene de la izquierda.
Una de esas afirmaciones es que “el franquismo sociológico sigue vivo en la región: una cierta realidad que no quiere decir su nombre y se disfraza de izquierda”. Se refiere al Régimen socialista andaluz, que se prolonga ya por cerca de cuarenta años, tantos como duró el régimen franquista del que lo considera de alguna manera heredero. Se refiere Lazo a su fundamentación en el papel paternalista y provisor del Estado y  al consiguiente  intervencionismo gubernativo en lo económico, en el afán controlador, visto aquí como un sistema progresista   por mucho que la realidad nos demuestre lo contrario manteniendo Andalucía a la cola del progreso”.

Pero la cuestión que quiero fundamentalmente destacar es la referencia al  mito de la II República, algo que Lazo ha estudiado en profundidad. Sobre este asunto mantiene:

la tan publicitada democracia de la Segunda República...duró menos que un soplo: a partir de febrero de 1936 el triunfo en las elecciones del Frente Popular convirtió aquel régimen, que nunca había sido muy liberal, en una dictadura de partidos de izquierdas y en la práctica desaparición del Estado de Derecho. La guerra civil no fue un enfrentamiento entre libertad y despotismo, sino el choque entre un totalitarismo que tomaba como modelo la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler, y un totalitarismo de izquierdas cuyo modelo fue la Unión Soviética de Stalin.

No lo digo yo, lo dice el profesor Lazo. Pero es lo que pienso, después de haber leído no poco sobre el tema, desde hace bastante tiempo. Frente a esto se nos quiere imponer por ley que la II República española fue un régimen idílico de libertades abortado bruscamente por un alzamiento fascista. Con planteamientos así es natural que los intelectuales decentes y honestos no tengan más remedio que retirarse de la política y dejar paso a las nuevas camadas de estultos e ignorantes, amén en muchos casos de corruptos, que ahora imperan. Algo habremos hecho mal para merecer esto.


sábado, 6 de diciembre de 2014

LA LUZ CON EL TIEMPO DENTRO


 Moguer  es un pueblo grande y blanco rodeado de tierras rojas salpicadas de pinos verdes y una lengua de mar que se abre paso, tierra adentro,  por la ría. Sus calles  son anchas  y sus casas bajas y sobre ellas imperan la cúpula y la torre agiraldada de Santa María de la Granada. En una de sus entradas  principales, la que queda más al sur, hay un muro encalado con una leyenda en letras de forja, bien visible desde la carretera, que define a la ciudad como “...la luz con el tiempo dentro…” Desde pequeño vengo leyéndola,  cuando mi padre llamaba nuestra atención sobre  la figura del burrito  que adorna la gasolinera cercana, cada vez que pasábamos por allí camino de la playa.  Es difícil desentrañar el significado último de esta expresión, pero ejerce sobre mí la sugestión de las frases hermosas que nos hacen ver las cosas de una manera diferente a la que nos dicta la mera experiencia sensorial. Quien la acuñó era nada más y nada menos que Juan Ramón Jiménez, una de las mayores glorias literarias de España e hijo de esta villa. En ella transcurrieron la infancia y juventud del eximio poeta, universalmente reconocido por sus premios y por su labor dentro y fuera de nuestras fronteras.

Le tenía yo cogida un poco de tirria a Moguer por culpa de algunos moguereños, pero como este año se cumple el centenario de la publicación de la obra más famosa de Juan Ramón, allá que fuimos  a visitar la casa museo del poeta, cuya última restauración, llevada a cabo hace sólo unos años, no conocía.  Se trata de la segunda vivienda de Juan Ramón en Moguer. La primera se hallaba en el barrio marinero, calle Ribera, y desde su azotea se podía controlar el movimiento de los barcos que traían y llevaban los vinos con los que comerciaba su padre. Pero en aquella primera morada pasó pocos años, tantos como cuatro, trasladándose luego a otra más céntrica en la calle que actualmente lleva su nombre. Juan Ramón afianzó allí las raíces profundas de su sensibilidad y de su estilo, y de ella partió para –primero Sevilla, después Madrid…- conquistar el mundo de las letras. Conocería a Zenobia, se casaría con ella en Nueva York y cuando se establecieron en la madrileña calle Padilla sobrevino la guerra. Juan Ramón y Zenobia marcharon a Estados Unidos, un viaje que esperaban corto, de sólo unos meses, y que se convirtió en un largo exilio continuado más tarde en Puerto Rico.

Cuando el ayuntamiento moguereño comenzó a proyectar un museo que sirviera de homenaje permanente de la ciudad a su preclaro hijo, Juan Ramón no tuvo duda en cuanto a la preferencia por su ubicación en la casa que había sido el hogar de su juventud, relegando la de su nacimiento. Luego vino el reconocimiento del Nobel, pero también la muerte de Zenobia. Entre la concesión del premio y su entrega acaeció el triste suceso. Por eso no fue Juan Ramón a Estocolmo, y pocos meses más tarde también a él le alcanzó el final. Pero antes de ello, Juan Ramón había ya dispuesto el reparto de sus bienes personales entre su museo de Moguer y la Universidad de Puerto Rico. De manera que aquí vinieron muebles, ropas, enseres y libros, muchos libros y revistas, algunos de ellos con dedicatorias personales de Valle Inclán, Machado, Azaña…que Juan Ramón se encargaba de marcar y archivar cuidadosamente cuando eran leídos. Todos estos recuerdos nos hablan de las luces y las sombras de su vida. De su éxito literario, del amor de la pareja, pero también de las depresiones, de la hipocondría del poeta.  Y allá al fondo de la casa, en su parte trasera, con entrada directa también desde la calle, está la cuadra que diera cobijo a Platero en sus alegres días de salidas campestres, juegos con niños y con Diana, violetas, amapolas y otras florecillas rosas, celestes y gualdas… y en la que también fue velado la noche de su definitivo sueño  por una bella mariposa de tres colores.


No sé muy bien, para qué voy a mentir, lo que significa eso de “la luz con el tiempo dentro”. Pero cuando cada verano contemplo Moguer desde la atalaya  privilegiada de Montemayor y veo la luz radiante y quieta  que se cierne sobre el caserío pienso que quizá es allí  donde Juan Ramón percibió  una vez cómo el tiempo está  atrapado en su interior. Después el poeta se fue, y se quedaron los pájaros cantando.