viernes, 24 de enero de 2014

SOBRE SUELDOS Y SUELDOS

             
Ha dicho Luciano Alonso, que para quienes no lo sepáis, que seréis muchos, es Consejero nada menos que de Educación, y de Cultura y además de Deportes en la Junta de Andalucía, que el sueldo que cobra Pedro Halfter como director artístico del Teatro de la Maestranza está sobredimensionado, es decir, que le parece excesivo.
          A mi también puede que me lo parezca. La polémica sobre los cachés y los emolumentos que se mueven en el mundo de la música ya la abrió de manera explícita en nuestra ciudad el barítono Leo Nucci cuando nos visitó para interpretar Rigoletto el pasado año. Me pregunto en relación a esto cuánto de culpa tiene la intervención de tanto político en la gestión del mundillo musical, que al menos en nuestro país, está dominado absolutamente por las administraciones y con escasa presencia privada. Como ya se sabe que el dinero público no es de nadie, pues quizá se haya dilapidado de forma innecesaria cuando había para aparentar (¡esas fotos con Barenboim, que bien quedaban!) y ahora tenemos que lamentar que no lo haya. Pero de lo que no me cabe duda es de que Pedro Halfter tiene unos méritos y desarrolla una gestión y una actividad artística que justifican su salario. Me pregunto por el contrario cuáles son los méritos y la gestión del Consejero Alonso (Andalucía es la autonomía con mayores índices de fracaso escolar del mundo mundial y es la que menos invierte por alumno) para justificar el suyo, por mucho que este sea inferior al de Halfter. Quiero decir que las retribuciones son altas o bajas según el rendimiento y la capacitación de quienes las perciben. Y en este sentido la prueba del nueve es: ¿podría Halfter cobrar lo que cobra aquí en otro sitio? Seguramente sí. De hecho ha estado a punto de irse a Madrid a dirigir el Real. Por el contrario ¿podría Alonso cobrar el dinero que cobra como Consejero de la Junta de Andalucía en otro sitio? Seguramente no. De aquí otra vez al aula….a menos que le busquen otro chollo político.    
     El caso es que dicen que detrás de esto lo que hay es la intención de deshacerse de Halfter en junio. No sé cuáles serán los planes del maestro, quien ya he dicho estuvo a punto de hacer las maletas para la capital. Pero lo que me temo es que pretendan sustituirlo por algún amiguete que cobre poquito, pero que la postre salga caro porque no aporte nada. Es decir, que apliquen la política de la bicicleta –ya saben, esa de hacer carriles bici, en lugar de carreteras y metros- y nos lo quieran vender como un progreso porque ahora los emolumentos no estarían sobredimiensionados. Que ya lo decía aquella chirigota gaditana con música de la novena de Dvorak:

tengo una amiga 

que toca el violín

y otra el con-trabajo

desde que está en el PSOE...  


sábado, 18 de enero de 2014

EL REY ESTÁ DESNUDO

Como el fin de semana pasado estaba pachucho y no salí mucho de casa, me dediqué, con buena dosis de paciencia y disciplina, a ver la representación grabada el pasado día 7 de enero en el Teatro Chatêlet de París de la ópera Einstein on the beach que se ofrece en internet a través de Culturebox (now available). Eso sí, dosificada en tres sesiones de hora y media, para hacer más digerible el asunto. Si en la propia sala el público entraba y salía a su gusto, no iba ser yo menos en mi salón.
      Tenía gran interés por conocer esta obra de los estadounidenses Philip Glass (música) y Robert Wilson (escena) que ha sido calificada por muchos como una pieza maestra del siglo XX, pero que ha sido representada en contadas ocasiones desde su estreno en el Festival de Avignon en 1976. Se explica así que las funciones parisinas fueran a teatro lleno (à guichet fermé, para los franceses).
    Yo conocía alguna de las óperas de Glass (In the penal colony o The perfect american, estrenada esta última en Madrid el pasado año con bastante éxito) y algún trabajo de Wilson (que recuerde al menos su Pèlleas et Mélisande en la Ópera de París en 2012, que creo que debe ser la misma que se representó en el Real un año antes) que me resultaron interesantes. No voy a poner en duda la valía de ambos artistas. Pero en este caso, cualquier parecido con la ópera es mera coincidencia. No hay acción, los textos one, two, three, four... son inconexos y sin sentido (¿verdad Mr Bojangles?). Lami lami lami la la la música lami lami lami....dosolfa, dosolfa repetitiva hasta la desesperación domido, domido.... A veces hace que te duela la cabeza, a veces no te dice nada, and these are the days... y aunque te lo diga it could be....a balloon..... Música trance creo que se llamaba entonces lo que ahora se conoce como minimalismo. Tampoco la escenografía, ballets incluidos, me resultó especialmente atractiva. Sólo la escena final (knee play 5) alcanza un notable lirismo con el hermoso texto de Samuel M. Jhonson. Eso sí, es de destacar la meritoria interpretación it it it it de músicos, bailarines, actores gun gun gun y cantantes, que deben de llevar un computador en la cabeza que cuenta las repeticiones para saber cuándo tienen que cambiar, the ones are like....
       Sin duda es una obra genial, singular, diferente...Es una obra rupturista, experimental, de vanguardia...tanto que se pasa tres pueblos. Hace falta, creo yo, tener valor para concebir algo así y presentarlo al público. Lo curioso es que éste, el respetable, aplaude con entusiasmo al final de las casi cinco horas de representación, con Glass, Wilson y la coreógrafa Lucynda Childs en el escenario, sin que nadie salte y diga “¡¡el rey está desnudo!!”. Esa es sin embargo my friends la sensación que me dio a mi, rancio e ignorante cateto de provincias, y no me corto un pelo al decirlo. Son las cosas del arte contemporáneo, en el que la línea que separa lo sublime de lo ridículo es tan tenue que a veces se traspasa con suma facilidad. En este caso yo diría que más que de ridículo se puede hablar de absurdo. Claro que ¡mira que empeñarme en buscar un sentido! Gente no tan provinciana como yo sin embargo, como por ejemplo Mario Vargas Llosa, denunció hace ya mucho tiempo que algo andaba podrido en un mundo del arte en el que el camino más seguro hacia el éxito es simplemente llamar la atención. Es lo que hoy vemos tantas veces en el terreno de la escenografía operística.

      Con todo, yo animo a todo el que le guste la ópera, o simplemente se interese por la cultura de nuestros días y tenga un ratito libre, a que vea la obra y me diga si comparte o no estas opiniones. Es una experiencia que no olvidará fácilmente. Porque yo digo que el rey está desnudo, pero porque es que he visto al rey en pelotas. 

viernes, 3 de enero de 2014

VERDI EN SEVILLA

Acabó el año del bicentenario Verdi. También el de Wagner, pero este fue menos intenso. Qué le vamos a hacer, el índice de popularidad del italiano es mucho mayor que el del teutón, aunque yo disfruto con los dos. Haré un repaso de los  títulos verdianos que he visto en los último meses:  La forza del destino (2), La traviata (3), Il trovatore, Un ballo in maschera, Falstaff, Simón Boccanegra,  Attila, Rigoletto (2), Otello, Don Carlo, Aida (2),…Es una pequeña muestra y  habría estado bien añadir algún Nabucco, un Macbeth –aquél de Munich que me perdí porque estaba de viaje- unas Vespri, o incluso un Requiem, que este año no he escuchado,  pero creo que puede decirse que no está mal la celebración.
          En Sevilla se representaron tres de estas obras: Rigoletto, Il trovatore y Aída. Asistí a la primera y la última de ellas en el Teatro de la Maestranza. No así a la función de Il trovatore que se dio en FIBES allá por el mes de mayo, y en la que según he leído destacaron especialmente la soprano extremeña Carmen Solís, y el director sevillano Pedro Vázquez. Tampoco se puede decir que esté mal: tres de las siete óperas que se representaron en el año en la ciudad, algunas de ellas con hasta seis y ocho funciones, se eligieron de entre el repertorio del compositor de Busseto. De Wagner sin embargo no se representó ninguna, aunque sí se hizo al principio de la temporada pasada (Sigfrido) y se hará al final de esta (El ocaso de los dioses) completándose la tetralogía del Anillo de la que hemos venido disfrutando en los últimos años.
         Pero lo que ha pasado totalmente desapercibido es la vinculación directa de Verdi con Sevilla. Para empezar no se programó “La forza del destino”,  cuyo primer acto lo sitúa el libretista Piave en un sevillano castillo del Marqués de Calatrava, obra que continúa inédita por tanto en el teatro del Paseo de Colón. Pero tampoco se recordó que el propio compositor visitó nuestra ciudad con ocasión del estreno de esta ópera en el Teatro Real de Madrid. Yo lo sé gracias a Ramón María Serrera, que siempre se preocupó de difundirlo –aunque parece ser que el estudio del asunto se debe a Andrés Moreno Menjíbar-  y no quiero dejar pasar la ocasión de hacer lo propio, para que al menos lo sepan los amigos que tienen la mala cabeza de perder su tiempo leyendo este blog.
       Fue en 1863, el año siguiente al del estreno mundial de la obra en San Petersburgo. Después de estar en la capital de España,  Don  Giuseppe hizo un periplo por Andalucía en compañía de su esposa, Giuseppina Strepponi, visitando Sevilla, Córdoba, Jerez y Granada. Según cuenta Serrera, los  Verdi se alojaron en la antigua Fonda de Londres, donde el actual Hotel Inglaterra, en la entonces llamada Plaza Infanta Isabel, hoy Plaza Nueva.  Su estancia fue breve: llegaron el 1 de marzo por la noche y partieron en la mañana del día 3, con dirección a Granada.
No les prestó atención –toda la cursiva es de Serrera- don Juan José García de Vinuesa, entonces alcalde de Sevilla, ya que no hubo ninguna recepción oficial. Más calurosa fue la prensa, que llegó a afirmar que “el que hoy se aloja dentro de los muros de nuestra capital es el genio del día”. La Sociedad Filarmónica Hispalense intentó preparar una velada musical en su homenaje, pero todo quedó en un mero proyecto por indolencia de los músicos.
Sí que visitaron algunos de nuestros monumentos, como la Catedral o el Alcázar, y también  la fábrica de loza de la Cartuja, y  el Museo de Bellas Artes, acompañados por el entonces director de la pinacoteca, el gran pintor Manuel Cabral Bejarano, quedando hechizado el maestro por la obra de Murillo.
Tampoco ahora, en el sesquicentenario de aquella visita, se  le prestó mucha atención por parte de  don Juan Ignacio Zoido, sucesor en el cargo de García de Vinuesa, el que le quitó a la ciudad puertas y murallas y el nombre a la antigua calle de la Mar. Mejor suerte corrió por parte los músicos -Teatro de la Maestranza, Real Orquesta Sinfónica, Orquesta Sinfónica del Aljarafe...- con la interpretación de las tres citadas óperas. Por su parte, la Asociación de Amigos de la Ópera se encargó hace ya unos años de colocar una placa conmemorativa en el lugar del hospedaje. Entretanto, el público no melómano  ni se enteró del asunto. Aquí el  único verdi realmente importante al parecer es, incluso por delante del de la bandera  autonómica,  el que luce en sus camisetas un afamado equipo de fútbol. Una lástima, para una ciudad que pretende ser algo en el panorama operístico internacional.