lunes, 31 de diciembre de 2012

POVERO RIGOLETTO


Rigoletto y Gilda. Escena final.
En la anterior ocasión que la Bayerische Staatsoper programó  Rigoletto,  la  acción se situaba nada más y nada menos que ¡¡en el Planeta de los Simios!! El bufón jorobado, encarnado por el malagueño Carlos Álvarez,  semejaba el papel de Charlton Heston en la famosa película –único humano junto con su hija Gilda- y un mono por tanto  cantaba “La donna è mobile” Muy fuerte ¿no? No he llegado a ver esa producción, firmada por Doris Dörrie, pero en alguna parte he leído, no se si en serio o en broma, que el público llevaba plátanos a la representación para tirárselos a los artistas, como quien va al zoo. Digo yo que podían haber optado mejor por los cacahuetes, que son más livianos.
Personaje de la producción de Dörrie

Para la nueva producción estrenada hace unos días y que ayer se pudo ver en directo desde  el Nationaltheater de Munich, el giro ha sido más que copernicano. El director de escena húngaro Arpád Schilling ha diseñado una escenografía tan absolutamente minimalista que raya en lo pobretón. He defendido siempre la supremacía de la música sobre decorados y tramoyas, pero no se puede olvidar que la ópera es también un espectáculo visual, y que el público paga por ello y para ello. Asistir a una representación en que los únicos elementos escénicos son unas gradas de instalación deportiva –que figuran una especie de teatro griego- y un visillo -muy grande, pero visillo al fin y al cabo-, amén de una figura gigantesca de caballo que sale momentáneamente en el segundo acto; en el que el propio telón es utilizado en más de una ocasión como instrumento decorativo o donde los cantantes aparecen vestidos casi todo el tiempo como si estuvieran en un simple ensayo, resulta realmente frustrante en este aspecto. La pobreza de medios es tan apabullante que cuando Gilda acude a la casa de Sparafucile para ofrecer su vida a fin de salvar la del Duque y la de su padre, no tiene ni puerta donde llamar, y como la escena lo exige  tiene que dar dos taconazos en el suelo para simular el golpeo. Con eso queda dicho todo.  




Patricia Petibon y Joseph Calleja
 Afortunadamente, todo lo que faltó en lo escénico se suplió con creces en lo musical, bajo la agraciada batuta de Marco Armiliato y con un trío de voces protagonistas excepcional, con Franco Vasallo (Rigoletto) Patricia Petibon (Gilda) y Joseph Calleja (Duque de Mantua) bien acompañados por Dimitry Ivashchenko (Sparafucile y MonteroneNadia Krasteva (Maddalena y Giovanna). Me agradó especialmente el tenor maltés, con un bellísimo timbre de voz y una gran facilidad y naturalidad para afrontar sus conocidísimas arias. De lo mejor que puede escucharse hoy día. La francesa Petibon lució en su “Caro nome..” y en los conmovedores dúos con su posesivo padre, en los que se pone de manifiesto la tensión entre  su oposición a la vez que su amor hacia él. Y Vasallo fue creciendo desde alguna dificultad en la emisión en el primer acto para ir ganando en la credibilidad de su personaje. Entre todos lograron ir creando esa clímax que lleva la terrible historia hasta el desesperado grito final de  Rigoletto “¡la maledizione..!” ¡Enorme Verdi!.

viernes, 28 de diciembre de 2012

INOCENTES


Anda toda España espantada, escandalizada, consternada con el crimen de la pequeña de 16 meses asesinada en un pueblecito enclavado en las montañas de Almería, entre Sierra Nevada y la de los Filabres. Uno de esos pueblos encantadores que se avistan desde la A-92 cuando atraviesas por ella las sierras almerienses. Pasará sin embargo esta localidad, hasta ahora casi desconocida, a la historia de los horrores patrios que pusieron tristemente en el mapa a otros lugares  hasta entonces totalmente  desconocidos a nivel nacional y que quedarán asociados a la desgracia que les dio fama.
Se une este sentimiento de indignación al de otros casos de muertes violentas de niños, como el de la onubense Mari Luz o los cordobeses Ruth y José, presuntamente muertos estos últimos, para mayor horror,  a manos de su propio padre.
Es natural que a la gente se le revuelvan las entrañas ante acontecimientos brutales como estos. El alcalde de la localidad almeriense afectada por el suceso  lo ha expresado de esta manera: "Hay personas sin alma y sin corazón que son capaces hasta de matar a un ser tan indefenso y vulnerable como un bebé de apenas 16 meses".
Sin embargo, paradójicamente, en esta sociedad cada vez más esquizofrénica en que vivimos, muchas de esas personas que hoy con toda razón se escandalizan, si en vez de un bebé de dieciséis meses de vida contados desde su nacimiento se hubiera tratado de un ser -humano por supuesto- con  sólo unas semanas o meses desde su concepción, verían  con la mayor tranquilidad que su madre hubiera decidido interrumpir su vida (no utilizo el término matar para ser políticamente correcto y no herir susceptiblidades). Incluso nuestro actual ordenamiento jurídico esto lo contempla como un derecho, y en uso de ese derecho se  produjeron nada menos que  118.359 abortos durante el año 2011, según se ha informado recientemente.
Personalmente no puedo entenderlo. Para mi  tan execrable es  uno como otro supuesto, al menos, en el caso del aborto,  cuando no existe la más mínima justificación de la decisión más que la mera voluntad de la gestante. Se trata de seres inocentes e indefensos que mueren por acción o decisión de otros que simplemente están en una situación de superioridad y tienen por tanto la potestad para hacerlo fácilmente. No veo diferencia entre que el decisor sea un tercero o la propia madre, porque en cualquier caso se trata de una vida ajena, que no les pertenece, y la diferencia de la edad es un mero convencionalismo injustificable.
Quizá el monstruo de Fiñana también pensó, aunque sólo fuera por un momento, que tenía derecho a matar a la niña. Simplemente porque le molestaba. Simplemente porque era más fuerte.

sábado, 22 de diciembre de 2012

¡FELIZ NAVIDAD!


Navidad no es para mí  la fiesta de la familia, ni de los recuerdos, ni de la nostalgia, ni de los buenos sentimientos, o de los deseos que se cumplen…o no. Ni de la amistad, ni de las risas, ni de los dulces, los turrones o las peladillas. Ni del lujo y los excesos, el champán o las burbujas. No es la fiesta de la lotería ni de los regalos,  ni de los seres queridos, ni de los que están lejos, ni de la nieve, los trineos o los renos. No es la fiesta de las luces (aunque sí de la  Luz). Es un poco de todo eso, pero es mucho más.
Si la Navidad fuera la fiesta de la familia, no podrían celebrarla los que no la tienen. Si fuera la fiesta de las comidas de empresa, no podrían celebrarla los que no encuentran trabajo. Si fuera la fiesta del lujo y los regalos, nada tendrían que celebrar los que carecen de medios.  Si la Navidad fuera la fiesta de los seres queridos no podrían celebrarla los que han perdido a alguno de ellos. Si fuera la fiesta de la nieve no se celebraría allí donde ahora es verano. Sin embargo ninguna de estas carencias o circunstancias impiden la celebración de la Navidad.
Navidad es, así lo creo,  la fiesta de Dios que viene a nosotros, que desciende a nosotros como Hijo para mostrarnos el camino por el que subir hacia el Padre que nos ha creado, que habita en nosotros en forma de Espíritu,  y que nos ha prometido volver en forma definitiva al final de los tiempos para hacernos partícipes de su reino. Es  la fiesta de Dios que desparrama su amor sobre su criatura haciéndose cercano a ella,  a sus debilidades, a sus sufrimientos y penurias, para redimirla del pecado y de la muerte.
Por eso puede celebrarse la Navidad incluso desde el dolor y la pobreza. Porque Dios ha venido a dar la buena nueva a los humildes, el  consuelo a los afligidos, a anunciar la liberación a los oprimidos. Por eso tenemos motivos los cristianos para celebrarla con alegría, aún en medio de las dificultades. Con austeridad y siendo solidarios con los que sufren y pasan necesidad. No porque sea una moda snob,  porque esté bien visto, sino porque es una exigencia de nuestra condición de hijos para con nuestros hermanos.
Confieso que me llevó su tiempo llegar a entender  esto en toda su profundidad, a pesar de ser católico de toda la vida.  No se si por mi torpeza o por el excesivo ruido de estos días. Pero es ahora cuando realmente disfruto de la Navidad. Con una alegría que surge de dentro de mi, y no de los circunstanciales factores externos.
Si piensas, como yo, que este es el verdadero sentido de la Navidad, te deseo sobre todo que en estas fiestas experimentes el gozo de la presencia de Dios en nuestras vidas, y que ello te  sirva para un relanzamiento y reforzamiento de tu fe, en este año en que la Iglesia nos invita a redescubrirla en toda su plenitud.
       Si tienes otra visión de la Navidad, pero compartes el deseo de paz, justicia y hermandad entre los hombres, siéntete al menos concernido por el canto de los ángeles que, según el Evangelio, se aparecieron a los pastores diciendo “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
     A unos y a otros, ya sabéis lo que quiero decir cuando os digo ¡FELIZ NAVIDAD!

miércoles, 19 de diciembre de 2012

SEXO, DROGAS Y...¡ÓPERA!


Comentaban el otro día en Ópera Actual la obsesión que  últimamente se aprecia en los cantantes por el gimnasio, las dietas e incluso la cirugía estética. No me extraña, dada la cada vez más acentuada tendencia de los registas a introducir desnudos o semidesnudos en la escena a poco que se tercie. Uno no debe sorprenderse de ver escenas tórridas en una  Lulu (exhibición de Barbara Hannigan en la producción de La Monnaie del mes pasado). Pero ver desnudos  en un Don Giovanni (Milán), en una  Carmen (Ópera de Lyon),  o incluso en Stradella (Cesar Frank),  en la Ópera de Lieja, donde no viene en absoluto a cuento, se va haciendo lo habitual. A una de las divas del momento, como es Anna Netrebko, la hemos visto ligerita de ropa más de una vez. Y no sólo afecta a ellas. En la reciente producción del MET de La tempestad de Thomas Adès, Simon Keenlyside se lleva toda la función luciendo pectorales tipo Schwarzenegger.
Pero una cosa es el desnudo, y otra cosa es el mal gusto y el sexo explícito. Ya tuvimos un ejemplo con el escandaloso Julio César de Salzburgo de la pasada primavera (Moshe Leiser y Patrice Caurier sus autores) y ahora nos llega uno nuevo con La Traviata recientemente estrenada en La Monnaie de Bruselas, con dirección escénica de la alemana Andrea Breth, que el sábado fue retransmitida en streaming por ARTE Live Web. No voy a criticar que se ubique el primer acto en un prostíbulo de lujo en el que corre la coca o que se haga de la protagonista en el tercero  una homeless que duerme en la calle,  rodeada de yonkis y de fulanas baratas, porque al fin y al cabo la Valery era una prostituta. Pero empezamos porque no se puede consentir que en uno de los momentos más esperados del papel de Violeta (Sempre libera..) salga una vieja gorda –Annina- haciendo el indio (vaya el papelón de la señora, Carol Wilson por más señas, entre esto y el simulacro de felación del tercer acto) distrayendo la atención que debe estar en ese momento absolutamente centrada en la cantante. Esto de todas formas tiene un pase. Lo que no lo tiene es el muestrario de prácticas sexuales, incluida la pedofilia, que se exhiben, especialmente en la escena final del segundo acto.
El asunto ha levantado la lógica polémica, en la que afamados directores como Olivier Py o Krzysztof Warlikosky entre otros se han decantado en favor de la libertad del arte y del artista. A mi esto de la libertad me suena muy bien, pero libertad no puede ser nunca carta blanca para hacer absolutamente lo que a uno le de la gana.  Si Breth quiere hacer cine porno, que lo haga y allá ella si puede incurrir incluso en algún tipo penal. Pero la libertad conlleva responsabilidad, y la responsabilidad incluye el respeto. La libertad del director de escena, que no trabaja sobre una materia virgen, tiene el límite del respeto a la música de Verdi, al libreto de Piave y si se quiere incluso  a la novela de Dumas en que se inspira. Debería tener el límite del respeto a los cantantes, que son también artistas, y no de streptees ni de cine x precisamente. Y sobre todo debe tener el límite del respeto al público que asiste a la ópera, que no va generalmente a ver este tipo de espectáculos de mal gusto. Si quiero ver sexo ya se a donde tengo que ir. La ópera no es ni  la sala Bagdad de Barcelona, ni una página de películas guarras. Así que el que quiera libertad que se busque otro medio de expresión, o cree sus propias obras y no ensucie las de los demás. Porque lo grave además del asunto es la gratuidad de tales exabruptos,  que no aportan nada a la obra. Traviata es una historia de sentimientos enfrentados a los prejuicios y moral de la época, no de bajas pasiones. Y el desgarro emocional que este enfrentamiento provoca lo expresa sobradamente la música de Verdi.
Con todo esto, la música precisamente, que es lo importante, queda en segundo plano. Sébastien Guèze canta un Alfredo que yo nunca he escuchado (este no es mi Alfredo, que me lo han cambiado), y no me gusta. Simona Saturova, debutante como Violeta Valery,  tiene una hermosa y delicada  voz pero le falta dramatismo en algunos pasajes (Amami Alfredo!). Giorgio Germont es para mi uno de los personajes más odiosos del repertorio operístico, por su hipócrita moralina del qué dirán de la que se arrepiente cuando nada tiene remedio,  aunque su papel incluya una de las arias más bellas para su registro (Di Provenza il mar, il sol..). Scott Hendriks simplemente es que no da el tipo, y aunque no cantó mal, su actuación no me resultó creíble. Lo mejor sin duda fue la dirección de Adam Fischer, que  hizo una lectura plena de expresividad y dinámicas contrastadas. En su debe, el consentir como director musical los excesos de la directora de escena.
Porque al final lo que sorprende es cuánta gente tiene que callar y consentir para que se produzca un despropósito tal, y lo hagan. El público aplaude acrítico cuando cae el último telón. Y supongo que entre ese público, los padres de la inocente niña protagonista de la escabrosa escena, que saluda al final de la representación junto con el resto de figurantes. ¿No existe en la burocratizada Bélgica nada parecido a un defensor del menor?

lunes, 10 de diciembre de 2012

CINCO HORAS CON WAGNER


Foto: Diario de Sevilla
Segunda cita de mi temporada de ópera en el Maestranza. Tercera entrega de la tetralogía wagneriana iniciada en 2010. Sigfrido. Cartel de lujo. Bajo la contrastada  batuta de Pedro Halffter, con la ROSS en el foso,  un elenco de relumbrón, y con una de las producciones más fantásticas que se hayan visto. ¿Qué mejor forma de pasar  la tarde de un domingo de otoño que enfrascado en la música del genial teutón? …Pues debe  de haber muchas, aunque a mi no me lo parezca, porque mi sorpresa al llegar es que la entrada de público es de las más flojas que recuerdo. Ya había leído en las crónicas que en la premiere hubo mucha gente que se ausentó a la finalización del segundo acto. El domingo no hubo que esperar tanto. Ya desde el inicio se observaban buenos claros entre las butacas. Algo inaudito. Nuestras autoridades andan por ahí afanándose en promover Sevilla como ciudad de la música, como ciudad de la ópera ¿y resulta que no hay melómanos suficientes para llenar cuatro funciones de una de las cumbres del repertorio operístico? A ver si vamos a tener que quedarnos sólo con el rimbombante título de  capital mundial de la tapa, o, como dijo uno “de la papa”. 
Pero vamos al espectáculo. Hay quien en su imaginario sólo acepta un Sigfrido vestido de Axtérix. Yo lo respeto, pero no lo comparto.  Particularmente no soy muy partidario  de las desubicaciones en el tiempo o en el espacio de las óperas, porque siempre hay desajustes que hacen resentir la credibilidad de la historia. Pero pienso que el Anillo, por su carácter mitológico, fantástico e irreal, es intemporal y admite más que ninguna otra obra operística adaptaciones atrevidas e imaginativas, siempre que se haga con creatividad y buen gusto Se intuye que aquello debió ocurrir en un principio remoto de los tiempos,  pero cabe preguntarse ¿de qué tiempo?. Como dice Padrissa, se puede devolver a los dioses a la magia, que en nuestro tiempo es la tecnología. Una tecnología puesta al servicio de una creatividad desbordante. Me parece a mi que Wagner, si hubiera tenido estos medios a su alcance, habría apostado por ellos. Además la fidelidad al libreto es total: el pájaro es un pájaro, los gigantes son gigantes, el dragón un dragón….sólo que expresados en un lenguaje plástico actual. La producción escénica de La Fura es sin duda de lo mejor que se puede ver hoy en los escenarios del mundo, pero al parecer esto no es suficiente.
Sigfrido es el joven héroe que, por ignorancia o inconsciencia, desconocía el miedo. Sin embargo no creo que haya tenor en el mundo que no sienta pavor antes de enfrentarse a su interpretación. Lance Ryan puede que no sea el mejor Sigfrido de todos los tiempos, pero sí uno de los más cotizados del momento. Viene de hacer el papel en Milán y Berlín y lo tenemos en Sevilla ¿se puede pedir más? Hay que darse cuenta de que cuando despierta a Brunilda (a eso de las once de la noche) él ya lleva cantando desde las siete. Y ahora dale réplica, como lo hizo, a la desatada valquiria. Ahí es nada. Bravo. Brubaker y Hawkins, los dos nibelungos, ya habían triunfado aquí en anteriores comparecencias. El Mime del primero me pareció lo más notable entre las voces masculinas, completadas por Alan Held (Caminante)  y  Kurt Rydl (Fafner). En el lado femenino Crista Mayer cumplió en su Erda, al igual que Cristina Toledo (pájaro del bosque), cuyos vuelos sobre el escenario creo que perjudicaban la audición, y destacó por supuesto Catherine Foster, que llenó de lirismo la arrebatadora escena final. La orquesta por su parte ofreció momentos memorables, sobre todo en los preludios, y en especial en el del tercer acto, mientras en la escena el caminante Wotan sobrevolaba vertiginosamente un paisaje de montañas nevadas.  
Cuando cerca de las doce Brunilda deja por fin de lado sus remilgos y se entrega al amor de Sigfrido se nos ha pasado la tarde en un suspiro. Nadie lo diría, si no fuera por la dureza de los asientos del Maestranza para tan larga sesión. A lo mejor es eso lo que echa a la gente para atrás…El caso es que salgo del teatro saboreando lo visto y oído, pero también con la preocupación de si podremos ver el año próximo la culminación del ciclo. Ya sabemos que si no se hace no va a haber manifestaciones multitudinarias por las calles. Pero sería muy triste que esta fenomenal apuesta se truncase en su última jornada. Aunque no todo el mundo sepa valorarlo creo que merece la pena. Si hay que prescindir de otras cosas, que se prescinda, pero que no falte el ocaso en esta ciudad que lleva en él tanto tiempo. Con La Fura, por supuesto. Aunque vayamos cuatro, prometo aplaudir hasta con las orejas, si hace falta. 

jueves, 6 de diciembre de 2012

CULEBRÓN CAIXAFORUM


El asunto Caixaforum va camino de convertirse en un culebrón al estilo de esos de los fichajes futbolísticos del verano. Ahora sí… ahora no, ahora parece que quizás, pero va a ser que tampoco…La verdad es que la noticia del cambio de ubicación anunciado por La Caixa hace unas semanas, renunciando al proyecto de las Atarazanas, cogió por sorpresa a todos. Pareciera en principio que se tratase de un nuevo episodio de lucha soterrada entre administraciones municipal y autonómica que tuviera como consecuencia la frustración de este nuevo atractivo para la ciudad. De ahí, entre otras cosas, que no se entendiese la sonrisa del alcalde al recibir la noticia. No pocos se le lanzaron a la yugular acusándole del fracaso por su excesivo escrúpulo legalista, cosa que ya se sabe, aquí hay mucha gente que le trae sin cuidado, acostumbrados a imponer su capricho. En todo caso contrastaba sobremanera con la cara de enterrador que se le quedó a Luciano Alonso, el consejero de la cosa en la Junta. Y muchos ciudadanos se sintieron desconcertados: otra batallita más de políticos de vuelo bajo, como el grajo (Navarro Antolín, te lo debo). Ahora resulta que el  pleno del Ayuntamiento aprueba una moción y Zoido se pone otra vez el traje de conseguidor para intentar hacer recapacitar a los banqueros.
Difícil tarea, me parece a mí, porque con el paso de los días ha quedado claro que la decisión tiene una motivación exclusivamente empresarial, y las cuentas son las cuentas. Los señores de Caixabank habrán pensado que con comerse el marrón de Cajasol, torre Mordor-Pelli incluida, ya aportan bastante a la ciudad y a la región. Ni con plan especial ni sin san plan especial. Los catalanes han dicho que hasta aquí hemos llegado. Es normal que el alcalde, dentro de lo que cabe, ponga buena cara a la solución, aunque ahora pretenda reconducirla. Salva los muebles al mantenerse el compromiso del Caixaforum en la ciudad y se ahorra el riesgo de que le saquen definitivamente tarjeta roja en la UNESCO con la “restauración” ideada por Vázquez Consuegra. Quien más pierde es la Junta, que es quien tiene que mover ficha para  dar solución al edificio de su titularidad. De ahí el gran cabreo de Alonso expresada en forma de carta en la que casi se pierden las formas. Que no están estos señoritos acostumbrados a que nadie les tosa, o les de la espalda. En su soberbia, parece que olvidan el favor que les han hecho tapándole las vergüenzas de la gestión de los Pulido y compañía al frente de la caja que manejaron a su antojo hasta antier.
Pienso que  puede que no haya mal que por bien no venga. Suscribo en este sentido plenamente el artículo publicado sobre el particular por el también arquitecto  Fernando Mendoza -que la arquitectura local no empieza y acaba en Vázquez Cosuegra- en Diario de Sevilla. En esta nueva versión de la ciudad dual y bifronte me alineo en el bando de los mendozistas. No estoy de acuerdo en absoluto con quienes van llorando por las esquinas lamentando lo que consideran una irreparable pérdida. Me podrán llamar carca, rancio o inmovilista, pero yo no quiero más torres  Pelli o más Setas en el corazón de la ciudad. Si esto no se asegura, por lo menos que me quede como estaba. Con lo que pierde Sevilla es con actuaciones como las citadas o como la de la biblioteca del Prado, en las que se atropella a la razón, a la ley o a ambas cosas a la vez.  El valor de las Atarazanas está en el propio edificio y en su vinculación a la historia de la navegación, en la que tanta importancia tuvo Sevilla, aunque muchos parecen ignorarlo, encandilados siempre con la última novelería “progresista”.

lunes, 3 de diciembre de 2012

LA MULA, EL BUEY....Y AHORA LOS REYES


Leía este verano el último ensayo publicado de Mario Vargas Llosa, tan brillante como de costumbre, titulado “La civilización del espectáculo”. En él, el Nobel hispano-peruano defiende que  “el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo”.
Un ejemplo muy claro de esto lo tenemos, por lo general, incluso en prensa de prestigio, en la información sobre la religión o de temática religiosa. Por no entrar en otros temas más escabrosos, recuerdo hace unos meses un titular en El Mundo, en información firmada por el inefable José Manuel Vidal, que decía ·Los católicos franceses contra el teatro español. Leías después el texto y resultaba que se trataba de una vigilia de oración convocada por el arzobispo de París en desagravio por el estreno de la obra de un autor hispano-argentino de carácter posiblemente balsfemo, porque ya se sabe que, hoy día, ofender los sentimientos religiosos católicos sale gratis, a diferencia de lo que ocurre con otras religiones, y además da publicidad. Pero la imagen que se desprende del llamativo titular es poco menos que  la de la Iglesia católica francesa promoviendo quemas de libros de Lope, Calderón, Valle-Inclán, García Lorca o Buero Vallejo. Nada más lejano de la realidad, pero muy apropiado a los cánones de la civilización del espectáculo.
La más reciente muestra de este fenómeno la tenemos con motivo de la publicación del último libro de Benedicto XVI, “La infancia de Jesús”. A la prensa no se le ha ocurrido resaltar otra cosa que un aspecto puramente anecdótico.  Así  por ejemplo en “El País” de 21/11/12 hemos podido leer “El Papa afirma que no había ni mula ni buey en el portal de Belén. Otros titulares por el estilo han sido Ni mula ni buey: el Papa pone patas arriba el portal de Belén” (Sur, Norte de Castilla, Hoy..) “Jesús no nació en Belén junto a un buey y una mula, según el Papa(La Vanguardia) o “¿Debemos quitar la mula y el buey del Belén esta Navidad?”  (ABC).
Para empezar el Papa – que escribe el libro como simple teólogo, no como pontífice- le dedica al tema una página, a modo de “pequeña divagación”, y no dice exactamente que no hubiera mula ni buey en el portal. Se limita constatar que ni el evangelio de Lucas ni el de Mateo, que son los que tratan el nacimiento de Jesús, los mencionan. Esos textos llevan casi dos mil años con nosotros, con lo que no puede decirse que esto sea nada noticiable. Pero a continuación lo que hace precisamente es explicar la presencia de tales figuras en las representaciones del portal desde muy temprana hora, basándola en referencias de Isaías, Habacuc y  Éxodo, para terminar expresamente diciendo: “Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno.
Benedicto XVI aborda muchas cuestiones profundas y trascendentes, al menos para los creyentes, en su libro. Algunas ciertamente comprometidas para la mentalidad de nuestro tiempo, como la virginidad de María. Ratifica  la historicidad esencial de los relatos frente a las “conjeturas personales” de quienes la cuestionan. Reafirma la verdad de Dios, que se opone a “la multiforme mentira del hombre, a su egoísmo y su soberbia”. Interpela: “¿qué cristianos se apresuran hoy cuando se trata de las cosas de Dios?” O denuncia la teología “que se agota en la disputa académica”.
         Pero claro, todo esto es demasiado serio para el ambiente de frivolidad, de superficialidad y de vacuidad  en que se mueve hoy día nuestra  civilización. Entrar en ello requiere reflexión, análisis…¿A quién, entre el gran público, le van a interesar esas cosas? Es mejor quedarse con el chascarrillo de la mula y el buey, que entretiene y hace gracia y se puede hablar de ello en la barra de un bar (y nada más que en la barra de un bar). Ahora surge la cuestión de si los Reyes Magos eran “andaluces”….Es  lamentablemente “el espíritu de nuestro tiempo”. Hemos preferido  quedarnos en lo banal y renunciar a lo esencial, tendiendo a convertirlo  todo en puro pasatiempo. No es que lo diga yo, lo dice Vargas Llosa, y creo que tiene razón.